“Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados”, Rom. 8:28
Todos hemos atravesado por momentos difíciles, momentos en los que pensamos que nunca vamos a dejar de llorar o de sufrir. Esos momentos de quebrantamiento nos preparan para lo mejor: la Bendición. ¡Qué paradoja! El quebrantamiento nos lleva a la bendición. Ninguno de nosotros queremos pasar por el quebrantamiento, PERO todos queremos ser bendecidos.
La realidad es que después del quebrantamiento suelen venir las ricas bendiciones de Dios, siempre y cuando nos abandonemos en las amorosas manos del alfarero y nos dejemos modelar a SU voluntad, dejando que Él haga su obra completa en nosotros.
La mayoría de las personas prefiere oír hablar acerca de sanidad, de prosperidad o del amor de Dios antes que del quebrantamiento; olvidamos que Dios está muy interesado en el proceso de transformarnos para que lleguemos a ser las personas con las cuales Él desea tener comunión para siempre.
Para obtener lo mejor de Dios y poder cumplir SU propósito en esta vida debemos estar dispuestos a rendirnos incondicionalmente a Él, de tal forma que el Espíritu Santo sea quien guíe cada paso que demos. Lograrlo no es tarea sencilla, ya que el crecimiento y la madurez incluyen contratiempos, fracasos, tiempos difíciles y… ¡quebrantamiento!
Un día, el profeta Jeremías recibió la instrucción de ir a la casa del alfarero para oír las palabras del Señor (Jer. 18:2 – 6). Ahí, Jeremías recibió una lección práctica sobre el quebrantamiento: el alfarero va dando forma al vaso de barro, pero en cuanto nota que el vaso tiene alguna imperfección lo rompe y nuevamente vuelve a darle forma. El propósito del alfarero NO es destruir su obra, sino hacer un vaso perfecto, bello y útil.
De la misma manera, Dios está interesado en darle forma a nuestra vida para transformarnos en las personas que Él anhela que seamos con el propósito de utilizarnos en Su obra. Debemos anhelar rendirnos al quebrantamiento y permitir que Dios haga su perfecta voluntad en nosotros, sabiendo de antemano que “sus pensamientos para nosotros son de bien y no de mal” (Jer. 29:11).
Dios desea lo mejor para nosotros, aun cuando las tragedias golpeen nuestra vida o pasemos por tiempos difíciles; Dios ha diseñado un plan perfecto y un buen futuro para nosotros. El tiempo de la prueba no es el fin, sino un camino y un proceso hacia algo mejor de parte de Dios.
La próxima vez que pasemos por tiempos difíciles, en lugar de preguntarnos, ¿Por qué yo? O ¿Por qué Dios permite el sufrimiento?, sería mejor buscar y entender el propósito de Dios para mi vida en esa situación en particular. Pidámosle a Dios que nos revele Su propósito y lo que Él quiere producir en nosotros y a través de nosotros, como resultado del tiempo difícil por el que nos permite pasar.
Enfoquemos ese tiempo difícil desde la perspectiva divina, hagamos morir en nosotros el deseo de controlar nuestra vida y dejemos que los planes y la voluntad perfecta de Dios nos moldeen. ¡Algo mejor está detrás de los tiempos difíciles!
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