La palabra que se utiliza para poder de Dios en el idioma griego es dunamis. Dunamis significa: poder, virtud, poderío y fuerza; la palabra dinamita, dinámica y dinamo tienen el mismo origen. El apóstol Pablo refiriéndose al mensaje del Evangelio dice: “Porque no me avergüenzo del Evangelio, porque es poder de Dios para salvación a todo aquel que cree; al judío primeramente, y también al griego.” (Romanos 1:16). Ese es el Evangelio que tiene en sí mismo un poder sobrenatural que es capaz de muchas cosas, el Señor encomienda a su Iglesia llevar este mensaje. “Y les dijo: Id por todo el mundo y predicad el Evangelio a toda criatura. El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado.” (Marcos 16:15-16).
Esa es el principal encargo, llamada la gran comisión de la Iglesia del Señor, es decir, ser depositaria para entregar al mundo un mensaje que Dios le ha dado, un mensaje que no sólo son palabras, sino una experiencia viva que tiene todo aquel que ha nacido de nuevo y por lo tanto tiene que predicarlo. Aquel centurión romano que le dijo a Jesús: “Señor, no te molestes, pues no soy digno de que entres bajo mi techo; por lo que ni aun me tuve por digno de venir a ti; pero dí la palabra, y mi siervo será sano.” (Lucas 7:6-7).
Hay un poder sobrenatural y salvador en el mensaje de Dios, como dice Pablo: “Cerca de ti está la Palabra, en tu boca y en tu corazón. Esta es la Palabra de fe que predicamos: que si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo.” (Romanos 10:8-9). El poder que envuelve el mensaje que predicamos, es el que ha venido del cielo, es el que Dios nos ha dejado. También somos como Juan el Bautista: “una voz que clama”, nosotros sólo somos voceros, porque el Verbo, “la Palabra”, es Cristo. Cristo es la sustancia, es la estructura de este mensaje y cuando se habla bajo el poder del Espíritu de Dios, con una experiencia firme y una vida entregada al ministerio verdadero, contamos entonces con un arma poderosa capaz de pisotear al diablo.
En este pasaje de las Escrituras se narra la historia de un general del ejército de Siria en los días del profeta Eliseo, este personaje era importante, su nombre era Naamán, él pertenecía a un pueblo gentil. Naamán era un extranjero, una persona inconversa, ciega espiritualmente, no conocía los mandamientos del Señor, estaba involucrado en la idolatría; sin duda Naamán era un gran adorador y devoto de “Rimón”, dios del pueblo sirio, por la tanto, un hombre necesitado de Dios, uno que necesitaba oír el mensaje de Dios. La Biblia dice que era muy apreciado por todos y especialmente por el rey de Siria, tenía una posición honrosa; era un general de características especiales, “valeroso en extremo”, “estratega militar”, era un “héroe nacional”, un hombre querido en todo el país, por medio de él Dios había dado salvación a Siria.
Este general era valeroso en extremo, había demostrado en el campo de batalla que era un militar a carta cabal, pero cuando oímos esa lista de cosas tan positivas y ciertas acercas de Naamán el sirio al final todo se desploma, porque era leproso. La lepra va carcomiendo irremisiblemente hasta acabar con la persona, es una enfermedad repugnante, que todavía existe y hace estragos al que lo padece, aislándola, marginándola y obviamente incapacitándola para cualquier función que valga la pena. La lepra en la Biblia es un símbolo de pecado, el pecado como una mancha mortal en el género humano.
La lepra es usada como símbolo del pecado, porque así es el pecado en la raza humana, no importa si eres una persona con grandes títulos, no importa si eres muy apreciado en tu medio ambiente, no importa si hay recurso a diestra y siniestra, si no se encuentra la medicina para esa enfermedad de tu vida y de tu corazón que se llama pecado, entonces todo lo demás pierde importancia, el único que puede librarnos del pecado se llama Jesucristo. Sólo hay un camino para poder salir de esa ruta de perdición, y ese camino es Cristo el Señor. La única forma de llegar a Cristo es a través del mensaje de la Palabra de Dios.
Mencionaremos tres mensajes que fueron dados al general Naamán. El primer mensaje se la dio su propia esclava, el segundo mensaje fueron sus propios criados, y el tercer mensaje fue del siervo del profeta Eliseo.
PRIMER MENSAJE
El primer mensaje surgió de la esclava de la esposa de Naamán, ella vivía en la misma casa y probablemente había llegado a tener confianza con esta familia, siendo adolescente la habían traído a Siria, había sido vendida como si fuera una mercancía. Se dio cuenta que el general estaba enfermo de lepra, y cuando tuvo la oportunidad le dijo a la esposa de Naamán: “Si mi Señor Naamán fuera a Samaria, el profeta Eliseo lo sanaría de la lepra” Nunca habían oído un mensaje así, sabiendo que en ese tiempo la lepra no tenía cura, pero la esclava estaba declarando con una convicción firme que Naamán sería sano de la lepra. Ella pudo haberse quedado callada si hubiera mirado las circunstancias en las que vivía, pero sabía que Dios está por encima de todas las circunstancias.
EL SEGUNDO MENSAJE
El segundo mensaje que recibió fue el de sus propios siervos, porque cuando Naamán llegó a Israel, Eliseo no se apersonó, sino que envió a su siervo, para que le hablara. “Y vino Naamán con sus caballos y con su carro, y se paró a las puertas de la casa de Eliseo. Entonces Eliseo le envió un mensajero, diciendo: Ve y lávate siete veces en el Jordán, y tu carne se te restaurará, y serás limpio. Y Naamán se fue enojado, diciendo: He aquí yo decía para mí: Saldrá él luego, y estando en pie invocará el nombre de Jehová su Dios, y alzará su mano y tocará el lugar, y sanará la lepra. Abana y Farfar, ríos de Damasco, ¿no son mejores que todas las aguas de Israel? Si me lavare en ellos, ¿no seré también limpio? Y se volvió, y se fue enojado.” (2 Reyes 5:9-12).
En 2 Reyes 5:13 sus siervos lo detuvieron y le dijeron: “Pero mi señor, si el profeta te hubiera mandado algo muy difícil ¿no lo hubieras hecho?, si te hubiera pedido que conquistes una ciudad, estarías en camino, pero te ha dado un mensaje sencillo, sólo hazlo, él te ha dicho que tu lepra desaparecerá, que serás limpio”.
EL TERCER MENSAJE
Fue del siervo de Eliseo, y le dijo así: Entonces Eliseo le envió un mensajero, diciendo: Ve y lávate siete veces en el Jordán, y tu carne se te restaurará, y serás limpio.” (2 Reyes 5:10). Siempre el mensaje va a llegar con insistencia y el Señor va a utilizar distintos causes, porque los tres que le predicaron a Naamán le dijeron: “Si haces así tu lepra desaparecerá, serás limpio”.
Cuando Nicodemo vino de noche, para que no lo viera nadie, le dijo a Jesús: “Rabí, sabemos que has venido de Dios como maestro; porque nadie puede hacer estas señales que tú haces, si no está Dios con él. Respondió Jesús y le dijo: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios. Nicodemo le dijo: ¿Cómo puede un hombre nacer siendo viejo? ¿Puede acaso entrar por segunda vez en el vientre de su madre, y nacer?… Si os he dicho cosas terrenales, y no creéis, ¿cómo creeréis si os dijere las celestiales?” (Juan 3:2-12). Le está diciendo: “Lo que tú eres no sirve para nada, tienes que nacer otra vez para que puedas ver el reino de los cielos”.
La Biblia nos dice que Nabucodonosor se llenó de orgullo y Dios lo volvió como un animal que comía hierba en los rastrojos de Babilonia y así estuvo por siete años hasta que un día levantó sus ojos y dijo: “Verdaderamente tú eres el soberano Dios que reina en la tierra”. Dios tiene que luchar con el ego humano, con el yo, por eso es que Dios da el mensaje del reino, tiene que golpear el yo de las personas. El Señor lo golpeó, y Naamán entendió.
Dios golpeó el ego de Naamán, el mensaje de Dios golpea el yo. Cuando llegó a la casa de Eliseo, esperaba cierto protocolo, después de todo él era el gran general, el hombre que no se arrodillaba ante nadie, al cual todos los demás le tenían que rendir honores. Y ahora llega a la casa de Eliseo y el que sale es el criadito, el que ayudaba a llevar el agua, el que ayudaba a conseguir las sandalias a Eliseo, el que ayudaba a lavar los pies del profeta, este mismo criado atendió a Naamán y le dijo: “Dice mi Señor Eliseo que te zambullas siete veces en el río Jordán y tu carne será limpia”.
El yo de este hombre se sintió despedazado, y dice: “Que se habrán creído, yo soy grande, yo soy importante”; pero el general no entiende los tratos de Dios. Dios sigue tratando con el hombre; porque hay una necesidad perenne en el corazón de los hombres, el ser humano necesita volver a las manos de Dios, sólo volviendo a las manos de Dios, de donde salió, encontrará paz y podrá satisfacer los más profundos deseos e inquietudes nobles del espíritu humano.
El general se quiso ir, pero nuevamente el mensaje brilló y ahora dice: “Abana y Farfar, ríos de Damasco, ¿no son mejores que todas las aguas de Israel? Si me lavare en ellos, ¿no seré también limpio?” Esos ríos existen en Damasco y son ríos de gran importancia en el Medio Oriente, él dice: “No me hablen de ríos, allá en Siria hay mejores ríos”. No importa que sea el insignificante Jordán de agua chocolatera, de agua no muy clarita, no tan majestuoso, ni tan grande, pero ese es el río de Dios, es allí donde tiene que zambullirse. Lo que cambia la sociedad, no es la educación, no es el escalar posiciones sociales y el estar en estratos mayores, ¡no señor!, lo que cambia la sociedad para bien es el poder transformador del Evangelio de Cristo.
Algunos quieren componer la sociedad educándola, el pecado no desaparece con la educación, la educación es importante y ocupa su lugar. Siempre decimos a los jóvenes en nuestras congregaciones que hay que estudiar, que salgan profesionales, ingenieros, arquitectos, doctores, etc.; gente comprometida con Dios, que puedan colaborar con la sociedad. Queremos que se gradúen profesionales en nuestras Iglesias, como realmente suceden, para que no solamente tengan una profesión, sino lo valores, los principios cristianos, que deben gobernar una buena sociedad, gente que puedan tener fundamentos del temor de Dios. Nosotros somos por la gracia de Dios, creadores y propugnadores de valores verdaderos, de principios profundos, de costumbres y hábitos que honran al ser humano.
Si no fuera por este milagro acontecido en su vida, un idolatra como Naamán no aparecería en la Biblia y quizás de ninguna historia. Como cualquier pagano, adorador de ídolos, Naamán no conocía a Jehová, pero ahora llega con una necesidad, sabe que a su lepra no hay quien le pueda curar y le han dicho que el Dios de Israel es capaz de sanarle. De parte de Dios recibió un golpe duro en su “yo”, en su vanidad, ahora entiende que su posición no es nada delante del Señor, ahora comprende que su “yo” se ha despedazado en la presencia de Dios. Entonces obedientemente va y se zambulle siete veces en el río Jordán; cuando salió la séptima vez la llaga ya no estaba, la llaga había desaparecido, su piel se volvió como la de un niño, hermosa, tersa, sana.
Naamán entiende que Dios es real y le dice al profeta: “Te ruego, pues, ¿de esta tierra no se dará a tu siervo la carga de un par de mulas? Porque de aquí en adelante tu siervo no sacrificará holocausto ni ofrecerá sacrificio a otros dioses, sino a Jehová. En esto perdone Jehová a tu siervo: que cuando mi señor el rey entrare en el templo de Rimón para adorar en él, y se apoyare sobre mi brazo, si yo también me inclinare en el templo de Rimón; cuando haga tal, Jehová perdone en esto a tu siervo.” (2 Reyes 5:17-18). Está diciendo que cuando el rey vaya al templo de Rimón, tenía que acompañarlo, porque el rey se apoyaría en su brazo, tenía que ir por obligación, y que no adoraría al dios Rimón, sólo lo haría por un protocolo, porque de ahora en adelante su Dios sería Jehová el Dios de Israel.
¡Dios transforma! El poder del Evangelio de Dios es el que transforma, porque el mensaje de Dios resulta eficaz para muchas vidas.