Veamos a continuación los factores que prepararon el camino para la venida de Jesucristo.El apóstol Pablo afirma que “cuando vino el cumplimiento del tiempo, Dios envió a su Hijo” (Gálatas 4:4).
No fue un accidente que Jesús viniera en el momento preciso, cuando las condiciones favorecían más la rápida divulgación del Evangelio. Esto sucedió según el plan divino.
1. La preparación política. El imperio romano le había dado a la cuenca del Mediterráneo una unidad nunca antes vista. Las formidables barreras políticas que había separado a las naciones durante siglos y milenios fueron quitadas, permitiendo un libre intercambio entre los pueblos. Roma fomentaba la mayor uniformidad posible entre las costumbres y leyes de todas las regiones. Además de esto, otorgaba la ciudadanía romana a muchos de los hombres libres del Imperio, sin discriminar por lugar de nacimiento o raza. Así fue como apareció la noción de solidaridad entre los seres humanos, concepto que preparó a los hombres para recibir el mensaje de una redención universal.
El emperador Augusto (27 a.C. – 14 d.C.) le había dado al mundo conocido un respiro de la guerra. Ocurrió lo que había pasado solamente nueve veces en más de mil años: desde el año 6 a.C. hasta el año 2 d.C., las puertas del templo del dios guerrero Jano en Roma estuvieron cerradas, lo que simboliza que había absoluta paz en todo el Imperio. La notable red de caminos romana, obra en piedra que no fue superada hasta la llegada de los ferrocarriles, facilitó en gran manera los viajes y el comercio. El general romano Pompeyo limpió de piratas el mar Mediterráneo. Por todo esto, el comercio florecía y las personas iban de un lugar a otro sin temor de verse envueltas en guerras o asaltos. Tanto los misioneros cristianos como los mercaderes, esclavos y otras personas que se habían convertido, viajaban sin obstáculo hasta los más apartados rincones del Imperio, divulgando el mensaje de la cruz.
Al mismo tiempo que reinaba la “pax romana”, regía también la “lex romana”, magnífico sistema de leyes que protegía los derechos de los ciudadanos y aseguraba que los malhechores fuesen juzgados según normas fijas y rectas, y no conforme al criterio y los prejuicios de jueces arbitrarios. En el libro de los Hechos observamos a menudo cómo la ley romana protegía al apóstol Pablo cuando se tenía que enfrentar a sus enemigos judíos y paganos.
2. La preparación intelectual. De igual importancia que la unidad política que dio Roma al mundo civilizado, fue la contribución griega a la preparación de la humanidad para recibir el Evangelio.
En primer lugar, Alejandro Magno había diseminado la cultura helenística con su imperio, y Roma había heredado dicha cultura, de modo que la cultura prevaleciente en el tiempo de Cristo no era la romana, sino la helenística. El idioma universal era el griego, lengua hablada en un territorio tan amplio, que era el medio de comunicación en regiones tan separadas entre sí como África, España, Italia y Asia Menor. Anteriormente, cada nación había tenido su propio idioma; ahora se les podía evangelizar a todas empleando el idioma griego.
El Antiguo Testamento había sido traducido a este idioma durante los siglos anteriores a la era cristiana. Esta traducción, que recibió el nombre de Versión de los Setenta, tuvo enorme importancia para la Iglesia primitiva, pues fue la Biblia que emplearon los apóstoles. Los creyentes que se dispersaron por todo el Imperio Romano encontraron en esta versión un instrumento útil para comunicar su mensaje. El idioma griego se prestó admirablemente para formular la teología cristiana, por la exactitud de sus expresiones.
También la filosofía griega socavaba las creencias politeístas de los paganos. Los filósofos habían enseñado a las personas a pensar por sí mismas y habían puesto en ridículo los mitos acerca de las divinidades paganas. Había un escepticismo ampliamente diseminado acerca de los antiguos dioses, el cual puso a la gente en condiciones de acoger la fe monoteísta. Algunos de los filósofos griegos, como Platón y Aristóteles, habían llegado por medio del raciocinio al concepto de un solo Dios; pero du filosofía era abstracta y fría. No satisfacía el corazón de los hombres. Sólo el cristianismo podía llenar el vacío espiritual que existía en aquellos tiempos.
3. La preparación religiosa. Los romanos eran tolerantes con las religiones de los pueblos sometidos a su imperio, incluso la de los judíos, que insistían en una fe monoteísta y se negaban a practicar ritos paganos. Estos recibieron privilegios especiales que protegieron su forma de culto. Al principio, el cristianismo fue considerado como una secta judía y disfrutó de la tolerancia de los romanos. No obstante, por regla general, sus peores enemigos no eran los paganos, sino los judíos mismos.
Mientras que los filósofos griegos prepararon negativamente a los pueblos para recibir al cristianismo, los judíos de la “dispersión” los prepararon positivamente. En todas las ciudades de importancia del imperio romano había judíos y sinagogas. Estos habían sembrado la doctrina monoteísta, así como un sistema de ética no igualado en el mundo pagano. Muchos paganos, desilusionados con las absurdas leyendas de su religión y con la degenerada moralidad del paganismo, anhelaban una fe digna de ser creída y un sistema de valores elevado, y por eso se convertían al judaísmo. Los judíos de la dispersión también habían diseminado la esperanza mesiánica. No es de extrañar que el apóstol Pablo predicara el Evangelio primero en las sinagogas. Allí encontró fértil terreno para sembrar la semilla del cristianismo.
4. La preparación social. Se ha dicho acertadamente que la mayoría de los cristianos de la Iglesia primitiva pertenecían a lo peor entre la clase obrera de las ciudades: los desposeídos, los esclavos y los libertos (véanse 1 Corintios 1:26-28; Santiago 2:5). Había millones de esclavos y desposeídos en el imperio romano, pues este sistema desarraigó a muchos de sus hogares para que fueran siervos de sus nuevos amos, los romanos. El miserable estado en que se hallaba toda esta gente llevó a muchos de ellos a buscar seguridad y hermandad en la fe de Jesucristo. Desprovistos de las cosas de este mundo, encontraron consuelo en la esperanza del porvenir celestial y en la dignidad de hijos de Dios. Así fue como las condiciones sociales de aquellos tiempos contribuyeron a la preparación del mundo para el advenimiento de Cristo.
Jesucristo llegó al mundo cuando las condiciones eran más propicias para recibir su mensaje y para extender su Iglesia en la tierra. “Pero cuando vino el cumplimiento del tiempo, Dios envió a su Hijo, nacido de mujer y nacido bajo la ley” (Gálatas 4:4).
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