Rev. Gustavo Martínez Garavito
“Habló Saúl a Jonatán su hijo, y a todos sus siervos, para que matasen a David… y dio aviso a David, diciendo: Saúl mi padre procura matarte; por tanto cuídate hasta la mañana, y estate en lugar oculto y escóndete...
Y Jonatán habló bien de David a Saúl su padre, y le dijo: No peque el rey contra su siervo David, porque ninguna cosa ha cometido contra ti, y porque sus obras han sido muy buenas para contigo; pues él tomó su vida en su mano, y mató al filisteo, y Jehová dio gran salvación a todo Israel… Y escuchó Saúl la voz de Jonatán… Y el espíritu malo de parte de Jehová vino sobre Saúl… Y Saúl procuró enclavar a David con la lanza a la pared, pero él se apartó de delante de Saúl, el cual hirió con la lanza en la pared; y David huyó, y escapó aquella noche. Saúl envió luego mensajeros a casa de David para que lo vigilasen, y lo matasen a la mañana. Mas Mical su mujer avisó a David… y él se fue y huyó, y escapó.” 1 Samuel 19:1-12.
Amados, en toda la historia de la humanidad y, especialmente, en lo que concierne a la vida espiritual, está escrito en la Palabra de Dios que Dios desde el principio ha levantado hombres y mujeres otorgándoles liderazgo, capacidades, sabiduría, y les ha encomendado misiones importantes para cumplirlas durante su trayectoria en esta tierra. También se puede ver que, desde el principio Dios colocó al lado de ellos, personas de apoyo, con el propósito de ayudarles en los momentos difíciles.
Hoy, en tiempos de mucha crueldad y menosprecio, con una generación materialista, amantes de los lujos y el placer, sin amor, ni afecto, que no saben reconocer la gloria de Dios; se han levantado hombres y mujeres para cada necesidad, con llamamiento, para liderar y llevar adelante un trabajo en determinado lugar del mundo. Asimismo, es necesario que estos hombres y mujeres que Dios ha levantado cuenten con personas cercanas que con lealtad y fidelidad se conviertan en su escudero, dándole ánimo y ayudándole a guardar su testimonio.
Una de las cosas que necesita el líder que Dios levanta, son personas de apoyo; primeramente fieles, cuidándolos de los peligros, de la mala voluntad y de muchos falsos “hermanos” que, encubiertamente, se acercan a ellos.
El apóstol Pablo fue víctima de esos falsos “hermanos” que, fingiendo amor y deseo de estar con él, al darles la espalda, le traicionaban, le difamaban y se oponían a su ministerio.
Por este y otros motivos, se necesitan personas de apoyo, que amen y sean fieles a Dios y a su líder. Los inmediatos a él, sus familiares, son los primeros que deben apoyar la labor del líder. Todos los que están cerca a un siervo de Dios, deben servir fielmente y no dejarse llevar por el diablo, para atacar o destruir.
En los versículos leídos podemos ver la actitud de Jonatán. Él era el hijo del rey Saúl, inmediato al trono, tenía motivos de sobra para colaborar con la muerte de David. Mical, su hermana, esposa de David e hija del rey también, podría haber apoyado a su padre y asesinado a David, pero hubo algo en ellos: amaban a David en gran manera; y aunque su padre era el rey, no se aliaron para dañar a David, porque reconocían que era un hombre que Dios había escogido, ungido y levantado. Mantuvieron su lealtad, se negaron a colaborar con su padre, eso es “fidelidad”, ser una ayuda y no una carga.
En Éxodo 17:8-16 encontramos, también, el caso de Moisés. La Biblia presenta a este hombre con unas cualidades extraordinarias, increíbles, tenía más de 80 años y conduciendo al pueblo de Israel por el desierto, camino a la tierra prometida, tuvo que pelear con otra nación: Amalec. Moisés dio instrucciones a Josué, servidor suyo, para enfrentar al enemigo, dice la Biblia: “E hizo Josué como le dijo Moisés, peleando contra Amalec; y Moisés y Aarón y Hur subieron a la cumbre del collado. Y sucedía que cuando alzaba Moisés su mano, Israel prevalecía; mas cuando él bajaba su mano, prevalecía Amalec. Y las manos de Moisés se cansaban; por lo que tomaron una piedra, y la pusieron debajo de él, y se sentó sobre ella; y Aarón y Hur sostenían sus manos, el uno de un lado y el otro de otro; así hubo en sus manos firmeza hasta que se puso el sol. Y Josué deshizo a Amalec y a su pueblo a filo de espada.”
Aquí la Biblia presenta como hombres escogidos a seres humanos con características normales: débiles, que se cansan, que tienen hambre, que pueden rendirse por la carga. Vemos que Moisés se cansaba también, y era necesaria la presencia de dos hombres que le ayudaran: Aarón y Hur.
Era tan real esto, que cuando Moisés levantaba sus manos en señal de adoración a Dios e implorando su favor, Israel tomaba ventaja; pero cuando se cansaba y bajaba los brazos, prevalecía Amalec. Es así que Aarón y Hur se dieron cuenta de la realidad humana de Moisés, que aunque era un hombre de Dios, necesitaba de la fidelidad de sus ayudantes; se dieron cuenta que Dios los había llamado para esa hora, los había puesto cerca; más que un lujo o privilegio, Dios los había unido para que fuesen una ayuda y fortalezcan en determinado momento las manos de Moisés. Se percataron que su líder necesitaba ayuda; que tomaran sus brazos y los levantaran a Dios, entonces ya no eran solamente las manos de Moisés, sino también las de Aarón y Hur, que se levantaban también, para implorar el favor y la gracia de Dios.
Fue importante que Aarón y Hur comprendieran que el apoyo era necesario, entendieron que Moisés los requería, se le caían los brazos e inmediatamente prevalecía el enemigo. Mientras Moisés descansaba, bajaba los brazos y se fortalecía, morían israelitas en el campo de batalla, y allí estaban Hur y Aarón, que al ver esto, reaccionaron y dijeron: “El secreto está en que mientras Moisés se mantenga intercediendo, nuestro pueblo prevalecerá, porque Dios está de nuestra parte”. Inmediatamente levantaron sus brazos, y los enemigos empezaron a caer. Pero ellos también se cansaron, entonces colocaron una piedra y lo sentaron, sostuvieron sus brazos e Israel prevaleció, obteniendo una gran victoria.
Si supiera usted que importante es su apoyo, su colaboración; que no es mañana, ni dentro de unos años, ¡Es ahora, ahora o nunca!
Nunca antes la Obra de Dios había sido tan atacada; por esto, Dios necesita un pueblo unido, fortalecido en las manos del Señor, ¡Dios necesita hombres y mujeres fieles, que sean transparentes, con un testimonio intachable, consagrados, desinteresados, confiables, no asalariados, ni codiciosos, que no se queden con la heredad de Dios, que no se apropien de lo que Dios le ha dado a la Obra: los templos, el dinero de los creyentes, ¡Esto es transparencia, integridad! En esta hora, Dios necesita que sus brazos se levanten y se unan a los siervos de Dios.
Hay momentos cruciales dentro de la Obra del Señor, momentos determinantes en los que hay que decidir y ponerse del lado de los hombres de Dios. Si un familiar, por muy querido que sea, está en contra de la Obra, no es su amigo, usted no puede tener comunión con alguien que está haciendo daño a la Obra de Dios. Usted mismo no puede decir que es fiel cuando, en determinado momento, no apoya a quien sostiene la Obra de Dios; si no lo hace, es parte de los adversarios, que quieren ver destruida esta Obra y no desean que se predique este mensaje, definitivo para la salvación del mundo.
No nos callaremos mientras haya vida, mientras haya fuerzas, no nos rendiremos, no dejaremos de predicar esta Palabra de santidad, no dejaremos de confrontar al diablo. Los hombres de Dios necesitan el apoyo de colaboradores, para que puedan cumplir las múltiples responsabilidades que le han sido asignadas.
En 1 de Samuel 14:1-15, encontramos la acción de otro hombre: el paje de armas de Jonatán. Transcurrían dos años del reinado de Saúl y se presentó una guerra contra los filisteos. El pueblo de Israel estaba temeroso, los filisteos los habían acorralado y desarmado, el versículo 6 detalla: “Dijo, pues, Jonatán a su paje de armas: ven pasemos a la guarnición de estos incircuncisos; quizá haga algo Jehová por nosotros, pues no es difícil para Jehová salvar con muchos o con pocos”. Mire usted la respuesta de un verdadero escudero, un verdadero colaborador, dispuesto a ir al sacrificio, con lealtad a su señor: “Haz todo lo que tienes en tu corazón; ve, pues aquí estoy contigo a tu voluntad” (v.7). Él no refutó nada, este hombre respetaba a su líder de tal manera, que no se atrevió a presentar excusa.
Entonces Jonatán responde: “Vamos a pasar a esos hombres, y nos mostraremos a ellos. Si nos dijeren así: Esperad hasta que lleguemos a vosotros, entonces nos sentaremos en nuestro lugar, y no subiremos a ellos. Más si nos dijeren así: Subid a nosotros, entonces subiremos, porque Jehová los ha entregado en nuestra mano; y esto nos será por señal” (vv. 8-10). Dice el versículo 13: “Y subió Jonatán trepando con sus manos y sus pies, y tras él su paje de armas; y a los que caían delante de Jonatán, su paje de armas que iba tras él los mataba”. El paje cubrió la espalda de su señor, no permitió que lo atacaran. Este tipo de personas son los que Dios está buscando.
En estos días difíciles, es necesario que se levante una generación valiente que rodee con lealtad a los hombres que Dios verdaderamente ha levantado, que no se acerquen por interés -como en los tiempos de Jesús, cuando la gente lo seguía por los “panes y peces”- , que no busquen “posiciones”, ¡no!, se necesitan personas que digan: “¡Cuente conmigo para lo que sea necesario!”
Al escuchar la respuesta de su paje de armas, Jonatán se decidió. Las dudas se disiparon, porque hubo un hombre dispuesto a sostener sus brazos. Jonatán cobro ánimo y alcanzó su propósito: derrotar a los filisteos.
Volviendo al pasaje inicial, Jonatán defendió a David, habló bien de él frente a su padre, sabiendo que le incomodaba, jamás hubo una sombra de duda en sus palabras, basó su defensa en la justicia, no en sus sentimientos, ni en sus preferencias. Sabía que David era un hombre justo, escogido por Dios.
La posición firme con lo recto depende de nuestro compromiso con Dios y con la justicia, de nuestra comunión con Él.
En 1 de Samuel 23:17, Jonatán le dice a David: “No temas, pues no te hallará la mano de Saúl mi padre, y tu reinarás sobre Israel, y yo seré segundo después de ti; y aun Saúl mi padre así lo sabe”. Jonatán entendió que David fue ungido en lugar de Saúl; para él, la voluntad de Dios era más importante que el bienestar personal.
¡Cuando se es espiritual, no importan el dinero, ni las posesiones; la única gloria que se busca es la de Jesucristo! Es deber del colaborador guardar a su líder en lo espiritual y moral, orar por él, estar atento a sus necesidades, no permitir que nadie le haga daño, estar a su lado para apoyarlo y animarlo a alcanzar sus metas, garantizando su respaldo incondicional; pues es su privilegio.
Si usted lee la Biblia, Goliat, el guerrero filisteo, contaba con un escudero. En 1 de Samuel 17:7 se describe parte del armamento de Goliat: “El asta de su lanza era como un rodillo de telar, y tenía el hierro de su lanza seiscientos siclos de hierro; e iba su escudero delante de él”. Y el versículo 41, refuerza: “y el filisteo venía andando y acercándose a David, y su escudero delante de él”. Pero cuando David lanza la piedra con la honda y mata a Goliat, ¿dónde quedó el escudero? ¡Huyó, como todos los otros! ¡Ese tipo de hombres no valen! ¡Hombres que huyen cuando ven el problema, no sirven!
En esos tiempos, el escudero iba delante. En la actualidad, nuestro “escudero colaborador” va detrás; porque delante va nuestro general ¡Cristo, el guerrero por excelencia, poderoso, al que no le tiemblan las piernas!
En 2 de Reyes 10:15, Jehú rey de Israel, ejecutando las órdenes que Dios le había encomendado, se encontró con Jonadab hijo de Recab y le dijo: “¿Es recto tu corazón, como el mío es recto con el tuyo? Jonadab dijo: Lo es”; y añade: “Pues que lo es, dame la mano”. Y lo hizo subir al carro consigo.
Ha llegado el momento de estrechar la mano de su líder y expresarle las mismas palabras: “¡Estoy contigo, cuentas conmigo, estoy para colaborar! ¡Vamos juntos a la obra misionera! ¡Eso es lo que Dios quiere!”
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