Rev. Alberto Ortega
Jesús es el restaurador de las deformaciones espirituales y morales que existen en la naturaleza humana. “Y deteniéndose Jesús, los llamó, y les dijo: ¿Qué queréis que os haga?”, Mateo 20:32.
Esta fue la pregunta que nuestro amado Salvador Jesucristo hizo a dos ciegos de Jericó: “¿Qué queréis que os haga?”. Estos dos hombres vivían en la oscuridad. Jesús dijo en una ocasión: “La lámpara del cuerpo es el ojo” (Mateo 6:22), y las lámparas del cuerpo de estos ciegos estaban irremisiblemente dañadas, no había posibilidad humana que se restituyeran sus lámparas, no existía tratamiento médico que restablecieran la luz en sus ojos, estaban fuera de alcance de cualquier esperanza de recuperar la visión.
¿Qué más podían hacer los que transitaban el camino e Jericó sino apiadarse de ellos, y darles una limosna? Pero Jesús pasó por aquel lugar de desesperación, de pobreza, de imposibilidades; llegó la luz del mundo, paso al lado de ellos el Creador del cuerpo, del alma y del espíritu humano, Él creó al hombre sin anomalías, sin defectos.
En Inglaterra, las compañías de seguros acaban de conseguir un decreto del gobierno por el cual se les autoriza a pedir un mapa genético a los que deseen contratar una póliza de seguros. Con este mapa de los genes se puede detectar si la persona tiene alguna anomalía genética, alguna enfermedad que no aparece en los análisis clínicos, pero que la persona está propensa a desarrollar en un futuro.
Si estos dos ciegos viviesen hoy en Inglaterra se les negaría el derecho de tener una póliza de seguros. Esto solo es un vislumbre de lo que el hombre del siglo XXI estará trayendo a la humanidad, ¡verdaderamente aterrador! La mayoría de estos científicos de la genética son ateos confesos, que pretenden ser los reparadores de los errores de la vida, se sienten como dioses, no sabiendo que el pecado cometido por Adán y Eva, en el huerto del Edén, es el verdadero causante de tantos sufrimientos humanos, tanto en lo físico como en lo moral.
La humanidad entera está sufriendo la horrenda consecuencia de vivir separada de Dios, pero no hay científico que se detenga a pensar cómo se puede reparar el comportamiento humano, cómo se puede regresar a la armonía con el Dios Todopoderoso que perdimos en el Edén. Pero Jesús pasó al lado de estos ciegos; Él es el restaurador de las deformaciones espirituales y morales que existen en la naturaleza humana, Él es el único que nos puede devolver a la comunión gloriosa con nuestro Dios y Padre.
Jesús se acercó a lo irreparable, a lo olvidado, a lo adolorido; aquellos dos ciegos no tenían visión pero tenían oído “cuando oyeron que Jesús pasaba”, empezaron a usar lo que tenían, Dios puede obrar cuando usamos lo que tenemos. Estos ciegos nos dan una tremenda lección primero usaron el oído, la Biblia dice que “la fe es por el oír, y el oír, por la Palabra de Dios” (Romanos 10:17). Luego fueron más lejos, no solo usaron el oído, sino que “clamaron, diciendo: “¡Señor, Hijo de David, ten misericordia de nosotros!” Pablos nos recuerda: “Porque con el corazón se cree para justicia, pero con la boca se confiesa para salvación” (Romanos 10:10).
Qué bueno es prestarle al Señor el oído, el corazón y la boca, porque esto trajo la pregunta de Jesús: “¿Qué queréis que os haga?” Jesús está ahora junto a tu camino de desesperación, está pasando a tu lado, quizá la justicia te ha sentenciado como irrecuperable, la medicina te ha declarado incurable, o cuánta cosa negativa has podido oír, ¿por qué no usas en este instante tu oído para Jesús?
Por qué no clamas a Él: ¡Señor... ten misericordia de mí! Ahí mismo donde te encuentras, en tu camino de Jericó. Solo así obtendrás la respuesta divina, la restauración y la victoria. “Entonces Jesús, compadecido, les tocó los ojos, y enseguida recibieron la vista; y le siguieron” (Mateo 20:34).
Amado, Jesús no ha cambiado, todavía está llamando, todavía está preguntando: “¿Qué queréis que os haga?”
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