Rev. Sinaí Santiago
“No hay entre nosotros árbitro que ponga su mano sobre nosotros dos”, Job. 9:33.
El libro de Job narra la historia de un hombre poderoso en Dios que vivió lleno de abundancia y con una familia numerosa. Su hacienda era enorme y sus ganados sobrepasaban los de cualquiera de su época. Cuenta la historia bíblica que un día Job fue probado y Dios permitió que perdiera todo esto, pero Job siguió siendo fiel a Dios.
Luego de esto Dios le permite una sarna maligna y aunque afligido y necesitado, en todo momento se mantuvo firme y esperando en Dios y decía: “Jehová dio, y Jehová quitó; sea el nombre de Jehová bendito” (Job 1:21).
Ante esta terrible prueba, aunque su piel se deshacía encima de sus huesos, su condición le llevó a refugiarse en las cenizas, con firmeza y confianza dice la escritura que este se sentaba en cenizas humillándose delante de Dios en ruegos y suplicas. A todo esto, su mujer le reprochó su integridad a Dios. “Entonces le dijo su mujer: ¿Aún retienes tu integridad? Maldice a Dios, y muérete. Y él le dijo: “Como suele hablar cualquiera de las mujeres fatuas, has hablado. ¿Qué? ¿Recibiremos de Dios el bien, y el mal no lo recibiremos? En todo esto no pecó Job con sus labios” (Job 2: 9-10).
Cierto es que no nos gusta recibir nada malo, nada que vaya en contra de aquello que nos gusta; así nos enseña este relato. Job entendió que aunque aquello que estaba pasando era malo, él lo tomaba por bien, pues venía de parte de Dios. Es claro que hay muchas cosas que nos pasan, que aunque son malas, negativas, adversas, vienen de parte de Dios. La Escritura dice: “Toda buena dádiva y todo don perfecto desciende de lo alto, del Padre de las luces, en el cual no hay mudanza” (Santiago 1:17); de modo que aunque lo sucedido a Job era malo para él, redundo en beneficios espirituales y materiales. Esta experiencia sirvió para bien a Job, pues supo discernir que aquello podía obrar en bien. La Escritura dice: “Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados” (Romanos 8:28).
Podemos decir que Job supo que Dios estaba en el asunto y es por eso que se mantuvo sin pronunciar palabras ofensivas. Tampoco lo vemos alterado, sabemos que las virtudes de este hombre lo hacían merecedor de ser llamado justo, temeroso de Dios y apartado del mal. De allí que la Escritura dice: “Por esto, mis amados hermanos, todo hombre sea pronto para oír, tardo para hablar, tardo para airarse; porque la ira del hombre no obra la justicia de Dios” (Santiago 1:19-20). De modo que Job pudo mantenerse confiado en Dios y así recibir todo como de Dios estaba obrando en su vida.
En el verso de instrucción (Job 9:33) encontramos una expresión de un hombre que está en necesidad, un hombre que está pasando por momentos difíciles en su vida que hasta maldijo el día en que nació y el momento en que varón fue concebido (Job 3:1-3). Era un hombre con gran necesidad, Job estaba necesitado de salud, este hombre en un momento dado de su vida, cuando se llegó a ver en una condición de extreme necesidad física, cuando una sarna maligna forró su cuerpo a tal grado que tomaba un pedazo de barro para rascarse, clamó a gran voz pidiendo un árbitro, alguien que pudiese mediar las cosas entre Dios y su persona.
La Escritura dice que Job era “recto, temeroso de Dios y apartado del mal” (Job 1:1) en su condición de salud tan deprimente pensó cómo llegar a Dios y hablar con Él, cómo dirigirse a Él, o de qué manera podía el pasar su queja a Dios (Cap. 6:1-2); su petición no era fácil, Job quería que Dios apareciera y escuchara su queja. Él continuaba tratando que Dios atendiera su queja, sabía también que el hombre no podía justificarse ante Dios, así que pensó que si Dios quitaba su vara de encima de él, entonces no le temería y podría hablar cara a cara con Dios. Mientras Job estaba pasando este quebranto es visitado de tres amigos que oyendo que estaba enfermo habían concertado en venir juntos a consolarle.
Se dice que cuando sus amigos le vieron de lejos, no le conocieron y lloraron a voz en cuello y cada uno de ellos rasgó su manto, y esparcieron polvo sobre sus cabezas hacia el cielo. Estos amigos de Job estuvieron sentados con él siete días con sus noches y ninguno le hablaba palabra, porque veían que su dolor era muy grande (Job 2:11-13).
Después de este periodo de tiempo Job abrió su boca y es allí donde le vemos dar su queja más pujante de toda su situación; es allí donde Job dejó salir su gran queja, que seguramente salía de un corazón dolido, enfermo y abatido por la experiencia vivida.
Sus amigos toman la palabra, y como era costumbre, el más entrado en años comenzó dando su opinión. Este es llamado ELIFAZ, al dar su opinión dice que no tenía ningún conocimiento de lo acontecido, que tomó de imaginaciones nocturnas algunas visiones y que oyó palabras dadas por un espíritu que le causa miedo. De modo que podemos decir que estas palabras degradan el sacrificio de Cristo haciendo a Dios como uno más en su lista de espíritus (Job 4:12-21). Elifaz también dice que el hombre nace para la aflicción (Job 5:8).
El segundo de los amigos llamado BILDAD, representa a los religiosos de este mundo, lleno de conocimiento, pero escasos de misericordia, carentes de amor. Es de aquellos que piensan en Dios como algo inaccesible, no tomando en cuenta que Dios es Dios perdonador. Es tipo de aquel religioso que jamás piensan en el hombre caído que Dios puede restaurar, en su bondad le dice: “Hoy estarás conmigo en el paraíso” (Lucas 23:43). La enseñanza de Bildad no surgió efecto alguno en Job (Job 8). Job sabía que el hombre no podía justificarse delante de Dios.
El tercero de los amigos llamado ZOFAR, representa la ciencia, que en tantas ocasiones hemos visto atacar la fe. Este sabio confiesa que Dios es mudo, que si Dios hablara podía responder a aquellos que tuvieran alguna queja (Job 11:5). De los tales Pablo dice: “Oh Timoteo, guarda lo que se te ha encomendado, evitando las profanas pláticas sobre cosas vanas, y los argumentos de la falsamente llamada ciencia, la cual profesando algunos, se desviaron de la fe” (1 Timoteo 6:20-21). A todo esto Job le contesta muy creído que Dios habla y que seguiría esperando en Él.
Después de haber oído a estos tres amigos, Job sigue esperando en aquel árbitro, pues no pudieron cambiar su fe en Dios. Job vuelve a su reclamo esperando un árbitro que interceda entre Dios y él. Si consideramos el tiempo de este acontecimiento ciertamente notamos que la data de tiempos patriarcales donde no había ley, ni nada escrito que favoreciera la solicitud de Job. Podemos decir que en su quebranto llegó a la idea de que siendo Dios, uno tan grande, podía éste suplirle un mediador entre Dios y él. De esta manera podemos decir que Job sabía que este mediador no solo intercedía por él, sino que también le restauraría su cuerpo enfermo quitando su vara de sobre él.
Job confió que Dios podía proveerse de un mediador, retó a Dios en esta petición, pues sí había preparado para el hombre caído un mediador, Dios si había provisto para el hombre este mediador y tal como lo describió Job este podía aplacar la ira de Dios y también traería sanidad al cuerpo enfermo. El apóstol Pablo habló de este mediador diciendo: “Porque hay un solo Dios, y un solo mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre” (1 Timoteo 2:5).
Amado lector, Job en su quebrantamiento de salud sacó tiempo para meditar en Dios, intensificó su búsqueda hasta poder llegar desde aquel tiempo antiguo hasta lo que conocemos como la gracia. Job en su condición buscó a Dios a tal grado que subió la cima divisoria de las edades y los tiempos y pudo ver a aquel mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo. Job levantó su mirada al calvario, allí vio al unigénito Hijo de Dios dando su vida en rescate por una humanidad perdida, dando hasta la última gota de sangre para redimir al hombre, para que así se cumpliera la Escritura que dice: “y sin derramamiento de sangre no se hacer remisión (de pecados)” (Hebreos 9:22; Levítico 17:11). Vemos a Job clamando a aquel que le podía responder, pues sabemos que la Escritura dice: “Clama a mí, y yo te responderé, y te enseñaré cosas grandes y ocultas que tú no conoces” (Jeremías 33:3).
Job estaba necesitado de ayuda y Dios siempre estuvo allí para ayudarlo y responder a su queja. Si, allí estaba el mediador respondiendo al llamado, y para que ese mediador venga a nosotros, él espera que le llamemos. El apóstol Pablo dio el nombre de aquel mediador, en ese nombre los demonios huyen, en ese nombre somos restaurados para seguir adelante venciendo obstáculos, porque a ese mediador le fue dado “un nombre que es sobre todo nombre, para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los cielos, y en la tierra, y debajo de la tierra; y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre” (Filipenses 2:9-11).
Job, sin conocer de aquel mediador, confió que Dios podía ayudarlo. La petición de Job era clara, alguien que estuviese entre dos. Sabía que un Dios tan grande podía usar su misericordia para con todo y para con él, pero no bastó para Job el conocer que había un Dios, le fue necesario llamar a este Dios y pedir misericordia y la gracia de Dios la que evita que en su ira seamos consumidos. “Por la misericordia de Jehová no hemos sido consumidos, porque nunca decayeron sus misericordias” (Lamentaciones 3:22).
Job quiso que aquel mediador se parara en el medio, quería que su carga fuera aliviada. Los amigos no habían podido hacer nada, eran sabios y entendidos en diferentes ciencias, pero lamentablemente no conocían a Dios, todo lo que hicieron fue molestarse y acusarle.
Amigo, hoy día tampoco encontrarás amigos que te ayuden en tu necesidad, si te enfermas es posible que pierdas a algunos de ellos y si te quedas sin trabajo quizás el resto te abandonen, pero hay un amigo que jamás te abandonará, es Jesús el mediador del nuevo pacto, y te invita a acercarte a Él para que como un buen árbitro interceda por ti en esta lucha que estás librando, ven a Él y deposita en Él tu carga, tu problema, tu enfermedad.
Quizás Job estuvo atento a sus amigos pensando cuál de ellos le traía palabras de parte de Dios. Esto pasa cuando nuestras amistades no lo conocen, son buenas, pues nos visitan en el día del quebranto, pero no nos pueden consolar, pues no tienen que dar.
La palabra que consoló a Job vino inspirada por Dios. “Yo sé que mi Redentor vive, y al fin se levantará sobre el polvo; y después de deshecha esta mi piel, en mi carne he de ver a Dios” (Job 19:25-26). Allí Job rechazó la enseñanza de sus amigos y venciendo miró “a Jesús el Mediador del nuevo pacto, y la sangre rociada que habla mejor que la de Abel” (Hebreos 12:24).
Amigo, tú puedes hacer de la misma manera que hizo Job, rechaza la enseñanza de los amigos que te desvían cada día más de Dios con sus ideas llenas de engaño y de sutilezas huecas y vacías. Te invito a tomar este consejo: “Buscad a Jehová mientras puede ser hallado, llamadle en tanto que está cercano” (Isaías 55:6); si estás enfermo, prueba al Dios de aquel patriarca Job, éste necesitó de un mediador, tú también necesitas un mediador, Cristo es el Mediador, el árbitro. El que está entre Dios y el hombre, Jesús solo espera que te acerques a Él para mediar por ti ante el Padre Celestial.
Job tuvo que vencer los inconvenientes de su enfermedad, la burla de sus amigos, el rechazo de su mujer y todo esto para poder participar de la gracia redentora de Cristo. Jesús dice: “Al que a mí viene, no le echo fuera” (Juan 6:37); “venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar” (Mateo 11:28). La Biblia dice: “Acercaos a Dios, y Él se acercará a vosotros.” (Santiago 4:8).
Amigo, si le permites a Jesús entrar a tu vida en este día, te aseguro que tu vida al igual que la de Job cambiará. La Escritura dice: “Cree en el Señor Jesucristo, y serás salvo, tú y tu casa” (Hechos 16:31). Job también tuvo que confesar a Jesús como su Salvador cuando le llamó su Redentor; así termina el libro de Job diciendo: “De oídas te había oído; mas ahora mis ojos te ven” (Job 42:5). Dios le permitió a Job pasar por momentos malos y difíciles, pero al fin reconoció que solo Cristo podía solucionar su situación.
De igual manera pude pasar en tu vida, acércate y da tu vida al que puede ayudarte en todo tiempo y limpiar tu corazón y hacer de ti una nueva criatura. “No hay entre nosotros árbitro que ponga su mano sobre nosotros dos”, Job 9:33.
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