¿Cómo, pues, invocarán a aquel en el cual no han creído? ¿Y cómo creerán en aquel de quien no han oído? ¿Y cómo oirán sin haber quién les predique?… La fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios. – Romanos 10:14-17.
En una feria un hombre de unos cincuenta años se acercó vacilando a nuestro puesto bíblico y me explicó su situación. Había nacido en una familia cristiana, por lo tanto había tenido contacto con el Evangelio desde su más tierna infancia, pero jamás se había interesado por su salvación. Tampoco se había preocupado por enseñarles a sus hijos la Biblia y las verdades cristianas. No obstante, desde hacía algún tiempo reflexionaba en lo que había oído en su infancia, y eso le daba vueltas en la cabeza. Ahora se daba cuenta de que había cometido un grave error al no haber dado a sus hijos una enseñanza cristiana, cosa que podría serle reprochada algún día. Por ello me pedía que lo aconsejase sobre qué debía hacer ahora.
No podemos dar marcha atrás y empezar de nuevo lo que descuidamos. Sin embargo, siempre podemos volver a aquel a quien dejamos. Dios nos dice: “Vuélvete a mí” (Jeremías 4:1).
Si usted se encuentra en esta situación, no deje pasar un día más. Porque, ¿qué es nuestra vida? “Ciertamente es neblina…” (Santiago 4:14). El mañana no está en nuestras manos. No tome a la ligera la gran salvación ofrecida por Dios. Arrepiéntase y crea en el Evangelio hoy mismo. Abra el Libro de Dios, léalo y ore por cada uno de los suyos. Entonces podrá ofrecer una Biblia a cada uno de sus hijos y decirles a quién ha encontrado en ella, pedirles perdón por su negligencia y mostrarles qué valor tiene para usted la bondad de Dios.
En una feria un hombre de unos cincuenta años se acercó vacilando a nuestro puesto bíblico y me explicó su situación. Había nacido en una familia cristiana, por lo tanto había tenido contacto con el Evangelio desde su más tierna infancia, pero jamás se había interesado por su salvación. Tampoco se había preocupado por enseñarles a sus hijos la Biblia y las verdades cristianas. No obstante, desde hacía algún tiempo reflexionaba en lo que había oído en su infancia, y eso le daba vueltas en la cabeza. Ahora se daba cuenta de que había cometido un grave error al no haber dado a sus hijos una enseñanza cristiana, cosa que podría serle reprochada algún día. Por ello me pedía que lo aconsejase sobre qué debía hacer ahora.
No podemos dar marcha atrás y empezar de nuevo lo que descuidamos. Sin embargo, siempre podemos volver a aquel a quien dejamos. Dios nos dice: “Vuélvete a mí” (Jeremías 4:1).
Si usted se encuentra en esta situación, no deje pasar un día más. Porque, ¿qué es nuestra vida? “Ciertamente es neblina…” (Santiago 4:14). El mañana no está en nuestras manos. No tome a la ligera la gran salvación ofrecida por Dios. Arrepiéntase y crea en el Evangelio hoy mismo. Abra el Libro de Dios, léalo y ore por cada uno de los suyos. Entonces podrá ofrecer una Biblia a cada uno de sus hijos y decirles a quién ha encontrado en ella, pedirles perdón por su negligencia y mostrarles qué valor tiene para usted la bondad de Dios.
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