martes, 14 de febrero de 2012

Instrumento escogido

Instrumento escogido


“Fue entonces Ananías y entró en la casa, y poniendo sobre él las manos, dijo: Hermano Saulo, el Señor Jesús, que se te apareció en el camino por donde venías, me ha enviado para que recibas la vista y seas lleno del Espíritu Santo”, Hechos 9:17.
El propioSaulo de Tarso que pensaba entrar a Damasco, como el gran e invencible campeón contra los cristianos, tuvo que entrar ciego tomado de la mano, a buscar ayuda espiritual de un hombre de Dios, a Ananías, precisamente a quien iba a perseguir.

Amados, pero a la vez que el verdadero hombre de Dios, es el hombre más necesario y útil en la comunidad, es también el más sufrido, si alguien va a hacer un instrumento en las manos de Dios, el tal tiene que ser preparado en las manos de Dios de la manera que Dios cree necesario, como el alfarero que le da la forma como quiere al barro, o como las manos de Cristo partiendo el pan para alimentar a la multitud.

O como al propio Pablo que habiendo sido privado en Jerusalén e instruido a los pies de Gamaliel, circuncidado al octavo día, del linaje de Israel, de la tribu de Benjamín, hebreo de hebreos, en cuanto a la ley fariseo, en el judaísmo aventajaba a muchos de sus contemporáneos en su nación, siendo mucho más que otros en las tradiciones de sus padres, pero el Señor lo llevó a un retiro de varios años en Arabia para moldearlo y prepararlo, de manera que pudiera decir: “Pero cuantas cosas eran para mí ganancia, las he estimado como pérdida por amor de Cristo. Y ciertamente, aun estimo todas las cosas como pérdida por la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor, por amor del cual lo he perdido todo, y lo tengo por basura, para ganar a Cristo”(Filipenses 3:7-8). De modo que Pablo entendió que sus títulos y credenciales no era lo que realmente necesitaba para la labor que el Señor le había encomendado y cuando reconoció esto, fue entonces que recibió las grandes revelaciones y ministerios de la iglesia.

El Señor le dijo a Ananías refiriéndose a Saulo: “Porque yo le mostraré cuánto le es necesario padecer por mi nombre”, y el apóstol en plena labor escribió: “Que estamos atribulados en todo, mas no angustiados; en apuros, más no desesperados; perseguidos, más no desamparados; derribados, pero no destruidos… en tribulaciones, en necesidades, en angustias; en azotes, en cárceles, en tumultos, en trabajos, en desvelos, en ayunos; en pureza, en ciencia, en longanimidad, en bondad, en el Espíritu Santo, en amor sincero, en palabra de verdad, en poder de Dios, con armas de justicia a diestra y a siniestra; por honra y por deshonra, por mala fama y por buena fama; como engañadores, pero veraces; como desconocidos, pero bien conocidos; como moribundos, más he aquí vivimos; como castigados, más no muertos; como entristecidos, más siempre gozosos; como pobres, más enriqueciendo a muchos; como no teniendo nada, mas poseyéndolo todo… en trabajos más abundante; en azotes sin número; en cárceles más; en peligros de muerte muchas veces. De los judíos cinco veces he recibido cuarenta azotes menos uno. Tres veces he sido azotado con varas; una vez apedreado; tres veces he padecido naufragio; una noche y un día he estado como náufrago en alta mar; en caminos muchas veces; en peligros de ríos, peligros de ladrones, peligros de los de mi nación, peligros de los gentiles, peligros en la ciudad, peligros en el desierto, peligros en el mar, peligros entre falsos hermanos; en trabajo y fatiga, en muchos desvelos, en hambre y sed, en muchos ayunos, en frío y en desnudez; y además de otras cosas, lo que sobre mí se agolpa cada día, la preocupación por todas las iglesias”(2 Corintios 4:8-9; 6:4-10; 11:23-28).

Desde temprano los enemigos del apóstol, le acusaban de ser voluble, carnal, que se enseñoreaba, que era duro e insensible, que no perdonaba, que falsificaba la Palabra, que no daba cartas de recomendación, que era incompetente, mediocre, que adulteraba la Palabra, que se predicaba asimismo, que se desalentaba, que se enseñoreaba, que estaba loco, que no tenía ministerio, que era un tropezadero, que agraviaba, que era un dictador, que solicitaba ofrendas, que era muy exigente, que andaba según la carne, que amedrentaba a los hermanos, que era corto en la palabra, que despojaba a las iglesias, que era una carga, que no se preocupaba de los hermanos, que no era apóstol, que era engañador, que era débil. El apóstol resume todo lo que él había pasado por el nombre de Cristo en una sola frase: “yo traigo en mi cuerpo las marcas del Señor Jesús”(Gálatas 6:17).

Amados, esta es la medida de que Dios puede usar una vida, la medida del padecimiento por el nombre del Señor y de la Obra de Dios. En el año 1978 el Señor me habló y me dijo: “que los años más fructíferos de mi ministerio estaban por delante”, a los dos meses me habló sobre lo mismo, me reafirmó lo mismo y añadió: “que el precio sería más y mayores padecimientos”. Y así fue, después de esas palabras del Señor, comenzamos a sufrir como nunca antes habíamos sufrido por el nombre y la Obra del Señor, pero a la vez jamás el Señor se había glorificado tanto, pues la Obra había crecido y desarrollado tanto.

Dios mantiene a sus verdaderos hombres alternando entre la tormenta y la bonanza, entre la mirra y la miel, entre el desprecio y el reconocimiento. Al apóstol Pablo le fue dado un aguijón en su carne, un mensajero de Satanás que le abofeteara para que no se enalteciera sobremanera (2 Corintios 121:7-9). Esto Dios lo permite para que su instrumento no olvide que tenemos este tesoro en vasos de barro, para que la excelencia del poder sea de Dios y no de los hombres, por esto puede que el hombre de Dios ascienda hoy a las alturas del monte de la transfiguración, y mañana puede que esté en el valle de la aflicción.

El verdadero hombre de Dios puede hoy levantar su voz y su predicación y mañana puede estar tembloroso, siendo acusado como falso apóstol. Hoy puede estar jubiloso por el éxito, mañana puede estar frustrado por la adversidad. Hoy todos le buscan, mañana todos lo dejan. El verdadero hombre de Dios está siempre en el yunque en el cual Dios lo está formando conforme la voluntad divina y a la necesidad y condición del pueblo, aunque otros quieran hacer lo que quieran, el verdadero hombre de Dios no puede. Pablo dijo: “todo me es lícito, pero no todo conviene”(1 Corintios 10:23), otros podrán buscar sus propios intereses, el verdadero hombre de Dios no; otros podrán tratar de perseguir sus propias metas, el verdadero hombre de Dios no; otros podrán vanagloriarse, el verdadero hombre de Dios no lo hará; otros podrán darse mucha promoción y publicidad, el verdadero instrumento de Dios no lo hará; otros podrán ser reconocidos y homenajeados, pero a los instrumentos escogidos de Dios, Dios prefiere mantenerlos en el fragor de la batalla y otras veces bajo la sombra del Omnipotente.

Veamos al patriarca Abraham que después del gran conflicto en el monte Moriah en la ocasión del sacrificio de su amado hijo Isaac, por su obediencia, Dios le confirmó el pacto con relación a su descendencia y lo llamó amigo. Veamos al gran Moisés, abriendo y cerrando el Mar Rojo, y también veamos en su angustia enterrando el rostro en tierra ante la insolente rebelión de Coré y de su séquito. Veamos al poderoso profeta Elías, después de hacer bajar fuego del cielo en el monte Carmelo, lo vemos después en gran aflicción huyendo como una hoja azotada por el viento, escondido en una cueva y deseando la muerte. En toda la historia de la Iglesia no ha habido otro hombre de Dios que haya interpretado mejor a Cristo y su Evangelio, que haya recibido la revelación del misterio de la Iglesia y que haya influenciado más en la vida espiritual de la Iglesia en toda su historia como el apóstol Pablo, pero aún no ha habido otro hombre de Dios que haya padecido más por el nombre de Cristo que el apóstol Pablo.

Quién quiera el ungido manto de Elías, juntamente da, las amargas aflicciones del logro, las angustias de la huida por el odio de Jezabel, el escondite en la cueva de Horeb, la apatía y la indiferencia del pueblo. Quien quiera el éxito del ministerio de Pablo, acepte los padecimientos del ministerio de Pablo, quien quiera la gracia y la visión de Pablo, acepte el aguijón que abofeteaba a Pablo, quien quiera la posición de Pablo en la Iglesia, acepte las agonías y martirios de Pablo en el trabajo de la Iglesia.

Y desde luego tenemos el ejemplo cumbre de nuestro Señor Jesucristo, que en un solo capítulo de la Biblia, que tiene solo doce versículos, Isaías 53, que registra 39 clases de padecimientos de nuestro Señor, y que luego el Espíritu Santo usando al apóstol Pablo resume como sigue: “Haya pues en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús, el cual siendo en forma de Dios , no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres; y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz. Por lo cual Dios también le exaltó hasta lo sumo, y le dio un nombre que es sobre todo nombre, para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los cielos, y en la tierra, y debajo de la tierra; y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre”(Filipenses 2:5-11).

Dios mantiene a sus verdaderos hombres alternando entre la tormenta y la bonanza, entre la mirra y la miel, entre el desprecio y el reconocimiento. Al apóstol Pablo le fue dado un aguijón en su carne, un mensajero de Satanás que le abofeteara para que no se enalteciera sobremanera.

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